Por Nuris Pardo. Después de haberme tomado forzosamente unas vacaciones por razones de salud, regreso con mucho sentimiento de dolor como todos los amantes de la música vallenata por la inesperada partida del “Cacique de La Junta”. No recuerdo en la historia de mi vida que unas navidades en la ciudad fueran tan silenciosas que hasta la misma naturaleza fue solidaria con el dolor que embarga a la Región Caribe y por qué no decirlo a nivel nacional e internacional.
Por Nuris Pardo. Después de haberme tomado forzosamente unas vacaciones por razones de salud, regreso con mucho sentimiento de dolor como todos los amantes de la música vallenata por la inesperada partida del “Cacique de La Junta”. No recuerdo en la historia de mi vida que unas navidades en la ciudad fueran tan silenciosas que hasta la misma naturaleza fue solidaria con el dolor que embarga a la Región Caribe y por qué no decirlo a nivel nacional e internacional.
Sin ser una erudita en la materia y después de una larga conversación con mi gran amigo Beto Daza Bracho, he quedado perpleja de las distintas similitudes que guardan la vida del nunca olvidado cantautor mexicano José Alfredo Jiménez, con la del también cantautor vallenato que de seguro vivirá por siempre en nuestros recuerdos, el gran Diomedes Díaz Maestre.
En la historia breve del “Cacique de La Junta” y de José Alfredo encontramos muchas coincidencias así: ambos surgieron de hogares de escasos recursos y fueron orgullosos de su humildad, uno como campesino raso y el otro que complementaba sus actividades como mesero en un famoso restaurante llamado “La Sirena”; pasaron mucho trabajo para sacar a flote la vocación artística de que fueron dotados por la divina providencia; le cantaron al amor, a las mujeres, a su familia, a su pueblo, a la naturaleza, pero el objetivo principal siempre fue para el uno, los aplausos de sus seguidores que como lo dijo se fueron con él hasta la muerte y para el otro su fanaticada que llevó prendida en su alma y a quien también le dejó su canto y su fama; ambos murieron relativamente jóvenes, sus canciones fueron vivencias y en cualquier momento o circunstancia les surgía la musa de la inspiración que más tarde hipnotizaba a sus seguidores y fanaticada; las canciones de José Alfredo con más de cincuenta años aún están vigentes, las canciones de Diomedes de seguro perduraran por generaciones que aún ni siquiera han nacido y muchas más vigentes. No se equivocó Jorge Oñate cuando en homenaje póstumo al ‘Cacique de La Junta’ hizo igual similitud con cantantes mexicanos incluyendo al aquí señalado.
En la historia breve del “Cacique de La Junta” y de José Alfredo encontramos muchas coincidencias así: ambos surgieron de hogares de escasos recursos y fueron orgullosos de su humildad, uno como campesino raso y el otro que complementaba sus actividades como mesero en un famoso restaurante llamado “La Sirena”; pasaron mucho trabajo para sacar a flote la vocación artística de que fueron dotados por la divina providencia; le cantaron al amor, a las mujeres, a su familia, a su pueblo, a la naturaleza, pero el objetivo principal siempre fue para el uno, los aplausos de sus seguidores que como lo dijo se fueron con él hasta la muerte y para el otro su fanaticada que llevó prendida en su alma y a quien también le dejó su canto y su fama; ambos murieron relativamente jóvenes, sus canciones fueron vivencias y en cualquier momento o circunstancia les surgía la musa de la inspiración que más tarde hipnotizaba a sus seguidores y fanaticada; las canciones de José Alfredo con más de cincuenta años aún están vigentes, las canciones de Diomedes de seguro perduraran por generaciones que aún ni siquiera han nacido y muchas más vigentes. No se equivocó Jorge Oñate cuando en homenaje póstumo al ‘Cacique de La Junta’ hizo igual similitud con cantantes mexicanos incluyendo al aquí señalado.
“Es tan corta la vida y difícil aprender a vivirla, que cuando uno aprende ya tiene que morir” Paz en la tumba de los reyes.
Van mis deseos para que en el año que comienza podamos gozar en Colombia de la tan esquiva paz que por tantos años hemos anhelado.