La sequía vallenata Diomedes Díaz sigue intacto
Por: Edgardo Mendoza - Llegó enero y las cosas en el vallenato no cambian. Pensamos que, por diciembre, escuchar música de ayer era obligatorio, por lo de la nostalgia y la gente que regresa de otras partes, pero qué va.
Diomedes partió hace casi 750 días y la cosa sigue intacta, nadie entra a su enorme y firme fanaticada. Ningún disco o artista se deja escuchar con temas nuevos, el homenaje al Maestro Calixto Ochoa con varios intérpretes fue el único que logró hacerle una mediana cosquilla, que por supuesto, no pasará de dos meses. Posiblemente los Hermanos Zuleta, ahora en abril y por el mismo Festival Vallenato logren arrancarle algún espacio al gran Cacique de la Junta.
Da igual en las emisoras que en las parrandas, en los pequeños pueblos del caribe como Lagunita en la Guajira o Los Calabazos en el Cesar, los mismo suenan en discotecas de gran caché que en pequeños billares “El Gato Negro” regados por todo el país. Diomedes sigue sonando igual, y no fue por la telenovela que pasó y ya nadie recuerda. Son sus canciones, sus videos, sus saludos y sus travesuras contadas cada quien como las recuerda.
Nada ha logrado Poncho Zuleta después de Diomedes y él lo sabe. Nada ha logrado Jorge Oñate después del Cacique y él único que no lo sabe es él. Ni Villazón, ni Farid, ni Beto Zabaleta, a excepción de dos desmayos en poco tiempo, pueden hacer nada. Ni Silvestre mueve el mundo del vallenato. Tampoco lo hará Pipe Peláez, ni el Binomio de Oro, si existe. Menos Silvio Brito, ni Omar Geles, ni Wilfran Castillo. Nada esperamos de Miguel Morales, ni de Nelson Velásquez. Para qué mencionar al Mono Zabaleta ni Jhon Mindiola. Nadie.
Diomedes Díaz sigue intacto en los corazones de la gente, y vibrante en los equipos de música que al parecer no quieren sonar otras canciones que no sean las suyas. Peter Manjarrez logrará mover algo con sus próximos clásicos, pero ya, luego volveremos, no sé hasta cuándo al “diomedismo” que ahora se nota más fuerte que antes. Fonseca, el cantante bogotano, se consuela con hacer una gira nacional en su nombre. En La Junta, su tierra, cualquier día es de romería a los lugares que la gente y la novela hizo notable. Y no es gente de otra parte, es nuestra misma gente que sigue intacta en su búsqueda o en su reencuentro.
En su primera grabación por allá en 1976, Diomedes con “Naferito” Durán grabaron “Mi Futuro” de Hernando Marín, cuya letra sigue viva, como un presagio del compositor y cantante. Como muchos a la historia pasaré /también me retiraré/pa' dejar el campo solo (Bis) /y aquello que comencé /pa' que lo termine otro (Bis) /hoy derrocho se salud y de placer /de parranda y de mujer /vivo mi vida sabroso /sufro mucho pero tengo que entender /que al llegar a la vejez /soy un tronco sin retoño….
Cuánta razón tienen esas letras de ayer. Las palabras tienen poder, dicen hoy. Martín Elías, construye su camino exitoso, Jorgito Celedón sigue tocando fiestas empresariales, los Kvrass siguen brincando, pero la música del cantor popular sigue firme. No sabemos cuánto tiempo tiene que pasar para que otro estilo llegue con ganas de quedarse. Tampoco sabemos cuánta gente se quedará así, es decir sin querer escuchar otra cosa. José Alfredo Jiménez, muere tres años antes que Diomedes, si grabara su primer disco, hoy tuviera 90 años. Su música sigue tan viva que olvidamos que murió. Pedro Infante murió 41 días antes que Diomedes naciera, pues los aztecas saben que alguien en otro género será tan grande como ellos, pero no quieren verlo. Es un secreto bien guardado de los mejicanos. Ambos artistas son indispensables y únicos para su público y generación.
Al contrario de los mejicanos, gustosos de grandes mausoleos para sus artistas, hombres destacados y patriotas, nosotros no hemos sido protagonistas de tumbas sobresalientes. Igual da Escalona, que José Benito Barros, Zuleta Baquero o Moralitos. Igual Diomedes que Calixto. Al menos éstos dos últimos sabemos dónde ubicar sus tumbas, los otros, solo los familiares acaso preguntando lleguen. Por Diomedes cada día sale alguien con una idea nueva, desde llevárselo a Carrizal, la finca de su niñez, o la más reciente propuesta por una periodista vallenata, de ponerlo en una glorieta de Valledupar para que todos puedan al menos tirarle flores o cantarle versos.
La Música de Diomedes Díaz, sigue sonando en cada corazón colombiano, da igual en Aguazul Casanare, que en cualquier taberna de Bogotá. Suena lo mismo entre los indios de Atánquez en la Sierra Nevada, que entre los arenosos caminos wayúu del desierto guajiro. No sabemos cómo resolvemos la sequía del agua, pero la sequía del vallenato sin Diomedes, tiene un plazo indeterminado para el olvido. Y lo mejor nadie quiere que eso suceda, Diomedes es agua de manantial eterno para la alegría de este país. Quiérase o no. Negarlo es otro fatal desacierto.
Edgardo Mendoza