POR: FÉLIX CARRILLO HINOJOSA - No se puede seguir trabajando televisivamente de manera folclórica la vida de los artistas colombianos dice el autor del artículo, quien recuerda que en la reciente narración sobre el mexicano Alberto Aguilera, prima la historia misma del cantante, sin a Cuando las historias son bien contadas, el respeto hacia el personaje central se percibe de entrada y la higiene con que cada escena es presentada le brinda al lector, televidente o escucha, los elementos necesarios para seguir sin parpadear cada uno de los trazos que el libretista plantea.
POR: FÉLIX CARRILLO HINOJOSA - No se puede seguir trabajando televisivamente de manera folclórica la vida de los artistas colombianos dice el autor del artículo, quien recuerda que en la reciente narración sobre el mexicano Alberto Aguilera, prima la historia misma del cantante, sin a
Cuando las historias son bien contadas, el respeto hacia el personaje central se percibe de entrada y la higiene con que cada escena es presentada le brinda al lector, televidente o escucha, los elementos necesarios para seguir sin parpadear cada uno de los trazos que el libretista plantea.
Una muestra que debe servirnos de ejemplo, es la reciente emitida por RCN Televisión, en torno a la vida de Alberto Aguilera Valadez más conocido como Juan Gabriel, que nos permitió disfrutar de una miniserie de trece capítulos de gran factura, en donde su vida pública, privada e íntima fue recogida con la mayor decencia y profesionalismo, hecho que nos brinda un buen ejemplo a seguir, que contrasta, con lo que hasta ahora hemos hecho, con valores de nuestra cultura musical, caso especial, Joe Arroyo, Rafael Orozco y Diomedes Díaz, cuyos tratamientos fotográficos, escenográficos, lenguaje y ante todo, el buen manejo que debió tener, cada una de las la historia, en torno a esos valores musicales nuestros, que por ser tan mal contadas, no valen la pena ser emitidas de nuevo.
En la otra foto, el actor colombiano, Julián Román caracterizando al ‘Divo de Juárez’.
Esa síntesis, que logró el producto Hasta que te conocí, demuestra una vez más, que la industria audiovisual desarrollada en México sigue viva, cuyos ejemplos debemos seguir. Ese manejo de lo rural y su paso a las grandes urbes, evoca las grandes películas que durante tantos años invadió y moldeó el comportamiento social de Colombia. Sin lugar a dudas, en el alma de nuestros compatriotas hay algo de ese país hermano.
En esta serie, se reivindicó la persistencia de lo desconocido, de la extrema pobreza, de la familia, de los sueños, sin caer en el amarillismo, sin hacer crónica roja, en torno a la vida del personaje central, en este caso, Juan Gabriel, que contrasta con la perversa insistencia de los libretistas nuestros, en mostrar a un Diomedes Díaz y Joe Arroyo, sumidos en la droga y el alcohol, sin tiempo para cantar y componer su maravillosa obra. Tanto en la historia del artista mejicano como en los nuestros, aparece los lobos tratando de robarse el protagonismo, sin embargo, los libretistas de allá, decidieron elevar siempre el valor de su personaje, situación que contrasta con los nuestros, en donde los jíbaros y celestinos se pusieron por encima de Diomedes Díaz y Joe Arroyo. Qué decir del tratamiento de lo musical, en donde primó la obra de Juan Gabriel, hecho que no tuvo valor en la vida de Díaz o Arroyo, creadores inmensos, que desaparecieron como tal, al volver añicos sus creaciones y crear como colcha de retazos el desarrollo de sus obras al interior de sus respectivas series.
¿Qué debemos aprender de la serie Hasta que te conocí? Todo. No se puede seguir trabajando televisivamente las historias de nuestros valores musicales tan folclóricamente y lo peor, lo mal narradas, amparados siempre, en la manía de la ficción.
Aprendamos como nunca, ellos no recurrieron a la ficción, en la narración de la vida de Alberto Aguilera Valadez, solo se dejaron llevar por la historia misma.
Los mundos construidos por Diomedes Díaz, Joe Arroyo y Rafael Orozco tienen la riqueza, que les faltó mostrar a nuestros libretistas, y si le sobró a los mejicanos que entendieron que no hay que novelar lo que ellos son.
La historia contada, en torno a la vida de Alberto Aguilera Valadez, jamás cayó, siempre mantuvo el nivel que un buen libretista debe darle a su historia. Su vida sexual, sus conflictos, sus ascensos y caídas, fueron recogidos sin morbo, hecho que abundó en la serie sobre Diomedes Díaz, Joe Arroyo y Rafael Orozco; cuyos libretos desnaturalizaron a estos artistas.
En las series de televisión hechas en Colombia sobre Diomedes y el Joe se muestra más el mundo oscuro en que cayeron en algún momento, más que su legado como intérpretes y compositores.
Cuando uno ve la historia bien contada en torno a Juan Gabriel, terminamos exaltando la grandeza que el artista encierra. Ella se parece, a su protagonista central.
Todo eso contrasta, con la desagradable sensación, que nos dejaron los libretistas al recrear las vidas de Díaz, Arroyo y Orozco; cuya acción panfletaria puso en riesgo la credibilidad de su trabajo y dejaron mal parados a los artistas, cuyas vidas fueron aplastadas por una historia, mal contada por ellos.
El rigor con que los libretistas asumieron, recrear la vida de Alberto Aguilera Valadez, debe servirnos para mejorar la pobreza al tratar la vida social, pública y privada de nuestros valores artísticos. Si lo dudan, miren como ellos manejan el tema, al caer preso Juan Gabriel y como lo hacen nuestros libretistas en el caso de Diomedes Díaz.
La miniserie Hasta que te conocí, es un punto bien alto, que nuestros libretistas y musicalizadores deben tener como referente especial, para mejorar y no repetir esas masacres como ocurrió con la supuesta novelada vida de Diomedes Díaz, Joe Arroyo y Rafael Orozco. Con excepción de las series Vendaval y Escalona, todo lo que se ha hecho con base en el vallenato, es una metáfora del desencanto, porque quienes debieron libretear y musicalizar como corresponde sus vidas, se dejaron ganar por la folclorización de esas músicas y no fueron respetuosos con sus estados hedónicos.
Fuente: Latitud Revista Heraldo.