Más de mil canciones en 81 años de existencia, Calixto de Jesús Ochoa Ocampo es la figura del vallenato más representativa de la costa. Interpretar vallenato es para valientes, para visionarios que apuestan a la música antes que el dogma y pocos, o casi nadie sobrevive y deja un legado tan importante como Calixto Ochoa, de quien aún se escucha el eco de sus canciones después de apagarse su mirada aquel 18 de noviembre de 2015.
Más de mil canciones en 81 años de existencia, Calixto de Jesús Ochoa Ocampo es la figura del vallenato más representativa de la costa.
Interpretar vallenato es para valientes, para visionarios que apuestan a la música antes que el dogma y pocos, o casi nadie sobrevive y deja un legado tan importante como Calixto Ochoa, de quien aún se escucha el eco de sus canciones después de apagarse su mirada aquel 18 de noviembre de 2015.
El juglar de Valencia de Jesús aprendió a tocar sus primeras notas a escondidas de sus hermanos mayores, duchos en el arte de amansar el acordeón, así como dio sus primeras pinceladas en la composición, oficio que hizo más grandes las voces de Diomedes Díaz, Poncho Zuleta, Farid Ortiz, Jorge Oñate, Rolando Ochoa, entre muchos otros.
No tuvo maestros a seguir, pero era un fan de la música de Luis Enrique Martínez, Alejo Durán y Alfredo Gutiérrez, a quien consideró como un hijo.El cabalacito fue uno de los pocos juglares que hizo presencia en distintos países del mundo, entre los cuales están Venezuela, Estados Unidos, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Nicaragua, República Dominicana y México.
Calixto Ochoa solo componía desde sus vivencias, lo que hacía de sus canciones unas muestras auténticas de arte, ese que nace en el corazón y se expresa con melodías y letras.
El talento que desbordaban sus canciones apenas era comparable con su destreza para el acordeón, instrumento que modificaba a placer para lograr las notas que quería.
Un juglar al que el vallenato le quedó chiquito
Su talento sin límites le llevó a experimentar más allá de los cuatro aires del vallenato, primero probando en los ritmos que alegraban las parrandas en la sabana como el porro, el fandango, la cumbia, la charanga; hasta inmiscuirse en la salsa, tango y el merengue, incluso se inventó un nuevo género: el paseadito.
Su canción favorita: «Los sabanales, porque una de las primeras que pegaron y de las que más han perdurado. Fue por todo el mundo», dijo en una entrevista a El Tiempo.
El tema nació a finales de los años 50 cuando Calixto Ochoa despertó una mañana después de una noche de parranda y lo primero que vio fue a la hija del dueño de la finca a donde lo habían llevado a tocar. «No tuve nada con ella, pero me dio por sacarle canción», contó.
Los éxitos más recientes del juglar se encuentran en las voces de Silvestre Dangond (El Hit), y Martín Elías (Fiesta Animalandia), ambos influenciados, como si eso fuera necesario, por Rolando Ochoa, quien lleva su legado a cuestas.
El mundo lo conoce como Calixto Ochoa, pero grandes figuras de la cultura y la música siempre tenían la necesidad de magnificar sus obras; Martín Elías lo llamó ‘La biblia de los compositores del vallenato’, Consuelo Araujo Noguera lo definió como ‘el más auténtico del vallenato’.
Se cumplen cuatro años del último suspiro de Calixto Ochoa, un artista irreverente, curioso, evolucionado, el primer juglar que hizo evolucionar el vallenato.
Con el permiso de Diomedes bien podríamos decir que “como Calixto no hay otro, eso nunca nacería, y si nace no se cría y si se cría se vuelve loco”.
Para conocer más sobre Calixto Ochoa te recomendamos ver este minidocumental de ‘El Maestro’.
Por: Rogers Fernández - Primera Línea Valledupar.