El vallenato y su quinto aire, al ritmo de una discusión

Es urgente que se presenten los argumentos rítmicos y dancísticos que un nuevo aire debe tener porque no tiene sentido que se opte por la más fácil, que es denominarlo “paseo lírico”. Se ha vuelto una constante en el mundo vallenato legislar sobre un tema, cualquiera que sea, en el que se crean tesis sin que medie para ello el debito proceso y cuyo debate debe ser enmarcado en escuchar las distintas voces, que han ayudado a consolidar el folclor musical.


Es urgente que se presenten los argumentos rítmicos y dancísticos que un nuevo aire debe tener porque no tiene sentido que se opte por la más fácil, que es denominarlo “paseo lírico”.

Se ha vuelto una constante en el mundo vallenato legislar sobre un tema, cualquiera que sea, en el que se crean tesis sin que medie para ello el debito proceso y cuyo debate debe ser enmarcado en escuchar las distintas voces, que han ayudado a consolidar el folclor musical.

Un caso muy sonado nos remite a la consideración planteada por Hernán Urbina Joiro, secundado por Rafael Escalona, Alfonso López, Francisco Zumaqué, Rosendo e Israel Romero, en el que dan por sentado que el denominado “paseo lírico actual” es el quinto ritmo, quinto aire vallenato o “romanza”.

Si eso es así, es urgente que se presenten los argumentos rítmicos y dancísticos que un nuevo ritmo debe tener porque no tiene sentido que se opte por la más fácil, que es tomar el paseo evolucionado y llamarlo “paseo lírico”, lo que lleva a considerar, que existe también un “merengue lírico”, una “puya lírica” y un “son lírico”.

También corresponde definir de una vez por todas, hasta donde va “la lírica” en el vallenato tanto en su forma como en el contenido.

Para esta discusión se da como punto de partida la aparición de Gustavo Gutiérrez Cabello en el escenario vallenato. ¿Pero qué es lo evidente con la aparición de este cantautor?, con él se obtiene la mayor madurez del paseo, cuya formato estaba enmarcado en ese momento en unos elementos feudales y con él llega la influencia de la poesía de García Lorca, Machado, y las líricas de los cantores Agustín Lara, Atahualpa Yupanqui y Horacio Guaraní.

La reflexión frente al problema social y el amor están dadas por una nueva metáfora que enruta a la composición por nuevos caminos y compromete a su creador a salirse de los parámetros establecidos y configurar unas rupturas más visibles que las anteriores. Porque, al parecer, es ahí donde comienza el debate. ¿Es el vallenato una música de rupturas?

En todos los tiempos de la música vallenata han existido creadores que se separan de su cordón umbilical y se convierten en elementos a seguir. Alejandro Durán, Abel Antonio Villa y Francisco Rada son portadores de un vallenato campesino y cuyas bases son las mismas de las que emerge Luís Enrique Martínez Argote, con las mismas condiciones sociales y una formación académica similar, pero que con su propuesta se separa de todos los intérpretes de su generación.

La nueva propuesta generó una cadena de seguidores de un estilo que, hoy por hoy, es el que más se escucha en los festivales de música vallenata y en las grabaciones. Otro ejemplo sería, la música construida por Rafael Escalona y Leandro Díaz Duarte, teniendo más seguidores la de este último, porque es una música más abierta, en cambio la del primero conserva elementos feudales tanto en su letra como en su música.

Ahora bien, tanto los intérpretes como los compositores tienen una “lirica” definida que los hace portadores de un estilo propio. Esto nos lleva a una reflexión más profunda como es la de mirar la constante evolución que ha sufrido “el paseo” frente a los otros ritmos, al igual que los intérpretes, que fueron creadores de las bases para una industrialización musical.

Existe otro hecho relevante que tiene mucho que ver con la dancística de nuestra expresión folclórica, ya que los cuatro ritmos (paseo, merengue, puya y son) tienen una forma de baile definido; por lo tanto es necesario presentar la coreografía que debe acompañar a este nuevo ritmo.

La urgencia es la de preservar, defender y afianzar las raíces de una música campesina que ha evolucionado acorde con sus diversos tiempos, y que pese a la constante contaminación, producto del hibridismo cultural, sigue en pie. Sin proponérselo y por la razón misma del Festival de la Leyenda Vallenata, la canción vallenata es la muestra de mayor inclusión, ya que en ella intervienen mujeres, hombres, niños como creadores e intérpretes.

Yo no he encontrado todavía la primera canción en ese concurso que venga sin “lirica” y no muestre el paseo evolucionado. Cada agrupación al hacer su presentación, en el escenario que sea, muestra su repertorio, que tiene en su interior obras clásicas y de la actual generación, lo que lleva a la conjugación de tiempos. Este fenómeno merece un análisis serio, ya que se demuestra que nuestros anteriores intérpretes dieron el salto generacional para interpretar lo actual; mientras que los intérpretes de ahora quieren hacer historia basándose en su mundo circundante.

Esto reafirma lo que se ha defendido en muchas ocasiones en los foros vallenatos: “La lírica está plegada al sentir vallenato como la nevada para nuestros nativos”. Por eso, nada será igual al pasado, solo nos une instrumentos como acordeón, caja y guacharaca como elementos simbólicos de una cultura musical, que ha desafiado los embates externos e internos desde lo económico hasta lo lingüístico.

Preguntémonos, entonces, ¿Qué va de lo que hace Emilianito Zuleta Díaz en su acordeón a lo que plantea Israel Romero Ospino?, son dos mundos cuyas afectaciones económicas, sociales y políticas no son las mismas. O lo que hizo Gustavo Gutiérrez Cabello y lo que nos dejó Kaleth Morales Troya. Por lo tanto, determinar rápida y tajantemente donde comienza y termina lo vallenato, es una tarea que merece un debate amplio y ante todo, serio.

Esta reflexión nos debe conducir a una mejor visión frente a lo creado por la nueva generación. Ellos cantan y componen acorde con su entorno. Lo mismo pasó con lo vivido por las anteriores generaciones. Por lo tanto, quienes se empecinan en crear un quinto ritmo, están mostrando a nuestros hijos pero a la vez, esconden lo que hicieron nuestros abuelos y padres.

En los Festivales que se hacen con música vallenata, se entrelazan sueños, porque su misión debe “hacer que los niños toquen y canten, para que no se duerman nuestros padres y abuelos”.

Por: Félix Carrillo Hinojosa
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El vallenato y su quinto aire, al ritmo de una discusión
Es urgente que se presenten los argumentos rítmicos y dancísticos que un nuevo aire debe tener porque no tiene sentido que se opte por la más fácil, que es denominarlo “paseo lírico”. Se ha vuelto una constante en el mundo vallenato legislar sobre un tema, cualquiera que sea, en el que se crean tesis sin que medie para ello el debito proceso y cuyo debate debe ser enmarcado en escuchar las distintas voces, que han ayudado a consolidar el folclor musical.
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